Los gabarreros y las BRIF, protectores del monte
14 Mar 2016
Irene Lingua
El Espinar, Segovia, 15 de marzo de 2016. Hace cientos de años, en la Sierra de Guadarrama, cualquiera de sus habitantes habría sabido quién era el gabarrero. Hoy, apenas unos pocos conocen esta palabra. El gabarrero desempeñaba una de las profesiones más duras de la comarca. Su trabajo consistía en limpiar el bosque de ramas secas, árboles caídos, troncos muertos y transportar a lomos de caballerías todo lo que había recogido para venderlo.
Poco a poco esta profesión se ha ido perdiendo, pero en el monte siguen cayendo ramas, siguen muriendo árboles y alguien tiene que seguir haciendo el trabajo de limpiarlo, pues de ello depende un verano libre de incendios. Ya no se llaman gabarreros, ahora tienen un nombre mucho más moderno, pero cuidan del monte y lo protegen, tanto como lo hacían los gabarreros. Los protectores del monte, que sigue existiendo en nuestro urbano siglo XXI, son los miembros de las Brigadas de Refuerzo contra Incendios Forestales, las BRIF.
Por ello, este año, en la Fiesta del Gabarrero, celebrada en el Espinar, las BRIF han participado como pregoneros de honor, porque de alguna manera ellas recogen el testigo de una profesión que suponía el sustento a muchas familias y que realizaba una labor imprescindible en la protección de nuestros montes. Por supuesto que las BRIF intervienen en la extinción de incendios de toda España, allá donde sean llamados, pero reivindican la labor de prevención que se realiza, sobre todo, en la temporada fría.
Y es que el amor a lo que significa el monte, nuestros montes, se contagia con tan solo pasar unas horas entre ellos. Ya sean los hombres vestidos de pana, camisa de cuadros, boina zamorana y albarcas fabricadas con las puntas hacia arriba en los pies, o los uniformados con moderno traje verde ignífugo y casco amarillo, todos ellos transmiten emoción por su trabajo, que no es otro que cuidar del bosque.
Hace unos días, acudieron a celebrar esta fiesta miles de personas. Un domingo soleado, aún con frío invernal, se dejaron transportar unas décadas atrás para observar de cerca en qué consistía ser gabarrero. Pudieron presenciar un desfile de carros hacheros, caballos cargados de leña y el arrastre de pinos. Todo ello amenizado con música y bailes regionales. Y después no faltaron los platos típicos de la zona: pote gabarrero, cochinillo asado, entrecot de ternera, judiones de La Granja…
Entre los asistentes a la fiesta estaban cerca de sesenta miembros de las BRIF invitados por el municipio para participar en el pregón de las fiestas. Además, varios brigadistas tuvieron el honor de encender “el árbol de fuego”, un tronco formado por teas alrededor del cual se baila al ritmo de la dulzaina y el tamboril, mientras este arde y se consume por las llamas.
Para uno de los vecinos de El Espinar, este encuentro entre brigadistas y gabarreros fue realmente emotivo. Se trata de Juan Andrés Saiz, padre de Tatán, un bombero forestal que falleció a los 31 años a causa de un cáncer. Este hombre, que ha sido homenajeado este año con el Pino de Plata, acudió a solidarizarse con las BRIF en octubre de 2015 cuando estas realizaban la Marcha Negra, para reivindicar el reconocimiento de su categoría profesional, así como un salario digno y el derecho a una segunda actividad. En las carreteras de Segovia, fue recibido calurosamente por muchos de los ex compañeros de su hijo. Ese mismo día, los brigadistas decidieron dedicar a la memoria de Tatán la etapa entre Martín Miguel y San Rafael.
Otro año más, las Fiestas de los Gabarreros terminaron con la caída de un pino de más de 27 metros de altura y 1696,2 kilos de peso. El encargado de subir para cortar la copa fue Jorge Bunes, de 38 años de edad, dedicado a los trabajos forestales. Siguiendo una larga tradición familiar, este vecino de El Espinar, tuvo el honor de subir al pino mientras todo el pueblo lo observaba, lo cual, según reconoce, “es impresionante”. Aun
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